20 de diciembre de 2007

la última partida.

Cada vez que llega la navidad y veo como un año más se ha esfumado como una anguila de las manos siento que el decurso de la vida se acaba. Y no más que un instante diminuto, escueto, fugaz. Con un significado sagrado y personal. Este espacio que no es de nadie. Siento con más fuerza que estoy usurpando un algo inexplicable que no nos corresponde a los humanos, como el aire y el mar, o ese pajarillo feliz. Como dijera Nietzsche: "el hombre, esa especie pequeña y ennegrecida que afortunadamente es de duración limitada. La vida sobre la tierra es un instante" y sin embargo creo que sobreviviremos un poco más. Aunque al final perdamos la partida, sintamos al menos que haya valido la pena jugarla.

12 de diciembre de 2007

De lápices y batutas


El grosor de un lápiz se mide por la dureza del grafito, cuanto mas blando peor nota lleva puesta. Por alguna razón, casi todos los lápices no llegan al aprobado. El más duro de la clase lleva un cuatro encaramado bien alto. Ninguno discute la nota con el profesor. No hay décimas. Se es de preferencia o de necesidad según el momento y se escoge el más adecuado. Pues bien, nuestro dibujante lo hace entre los más obtusos o más blandos, según se mire. En este viaje, traía dos iguales -con el uno-, y mordisqueados por el final intentando disimular o tapar su fracaso escolar. Luego el zurrón de faenas venía casi vacío, sólo con los dos lápices, un sacapuntas de esos, parecido a un vagón de los ferrocarriles Portugueses, plateado; más una goma de borrar de color sepia, (no nombro una guía sacada de una biblioteca, para no comprometerlo). Pero no traía el cuaderno donde plasmar las inquietudes, las postales o los sucedidos. Así que había que adquirir uno cuanto antes.

Eso sí, venía el Aventurero con la mente bien despejada para certificar cuanto pasara por delante digno de interés. Ya hecho con un cuaderno de su gusto, el Licenciado y yo, supimos la verdad. No íbamos a dejarlo sólo ante ese peligro, pertrechado con lápices de tan escasa profesionalidad, casi enteros, con poca experiencia en viajes. Pronto empezamos a refrendarlo e inmiscuirnos en diferentes labores de producción, atrezzo e incluso provocando, si es que hacía falta, momentos hilarantes donde el dibujante se ha ganado nuestros corazones. En otras, le hemos puesto en camisas donde ha superado con creces el epígrafe de ‘El Aventurero’, todo por el bien y mejor transcurso de su Cuaderno de Viaje. Nada se ha escatimado y ha dado pie a otro flamante volumen de Viajes Morrocotudos.

Por otro lado, no tengo noticias de que nuestro Aventurero viaje normalmente con música de fondo. No lleva esos aparatos de ahora, donde en apenas una caja de cerillas caben cientos de canciones o temas. Pero esta vez, el viajero ha contado con su particular BSO, la que proporciona siempre El Licenciado si vas con él, como en todos esos ‘viajes’ que los une a diario o en alguno de ultramar, en particular. Si las batutas se midieran por su elasticidad y el aura que deja dibujado en el continuo ir y danzar en el aire; la que éste lleva para confeccionar y dirigir sus bandas sonoras es del número cien. Él es la batuta, él es la música, en fin, la propia BSO. La música se inventó para que él la escuche y la ponga a nuestro servicio. Sé de lo que hablo, porque yo no sé vivir sin música.



Así que ellos dos se han traído ese invento maravilloso hasta aquí: el lápiz que parece una batuta o la batuta que parece un lápiz. Me quedo con los dos y ese Cuaderno de Viaje. Gracias por vuestra visita, ha sido un verdadero placer, que no ‘exquisita’.